viernes, 12 de octubre de 2012

Entrevista: Cierra los ojos y mirame - Una novela de amor y ceguera...

Superación personal

"Cuando me confirmaron que iba a perder la vista de manera definitiva,

"Nos acercamos a los ciegos con miedo y lástima"

El veterinario Manuel Enríquez, que perdió la vista con 40 años, y la
criadora de perros guía Ana Galán han escrito a cuatro manos la novela
'Cierra los ojos y mírame'

Vida | 11/10/2012 - 00:04h

Ana Galán, criadora de perros guía en una fundación americana nos acerca
los principales conocimientos sobre este tipo de canes acompañada de una
invidente que explica su experiencia más personal

Albert Domènech | Sigue a este autor en Twitter

Barcelona Periodista

Hace pocas semanas que se conocen en persona a pesar de haber escrito juntos
una novela. Él, desde Madrid. Ella, desde Nueva York. Ana Galán es
veterinaria de formación y en 1989 se fue a vivir a Estados Unidos, dónde
descubrió la organización Guiding Eyes for the Blind y se dedicó, entre
otras actividades, a criar perros guía para ellos. En su mente habitaba
desde hacía tiempo la idea de escribir un libro sobre la realidad de los
perros lazarillo, idea que tiró adelante cuando conoció a Manuel Enríquez,
veterinario que sufrió una enfermedad ocular degenerativa que le dejó ciego
con 40 años. De su unión, de su experiencia, de sus vivencias, nace la
novela semibiográfica Cierra los ojos y mírame, con dos protagonistas que
tienen mucho de sus autores: David pierde la vista tras un accidente de
coche y su vida se cruzará con la de Blanca, entrenadora de perros. Los
jóvenes inician una relación envuelta de presiones sociales y prejuicios
sobre la ceguera que los autores quieren acercar de forma realista y directa
a un público adolescente.

-Aseguran que Cierra los ojos y mírame es un libro semibiográfico. Me
gustaría saber qué tienen los dos protagonistas de Manuel y Ana.

-Ana Galán: Blanca lo tiene todo de Ana porque criar un perro guía es mi
experiencia más personal. Al hacerlo, le pones todo el corazón y cuando
devuelves el perro éste se lleva un pedacito de tu carácter. Todas las
situaciones que se describen en el libro sobre los entrenamientos o la
escuela para perros guía son experiencias reales que he vivido, aunque con
bastantes años más que Blanca (Ríe). Para retratar su personaje, me fijé
mucho en mi hija, que tiene la edad de Blanca, y lo he narrado bajo el punto
de vista de una adolescente que va creciendo.

-Manuel Enríquez: Hay una diferencia importante entre David y yo. David se
queda ciego en un accidente de coche y su pérdida de vista es repentina. En
mi caso, empecé a perder la vista a los 28 años y fue una pérdida muy
paulatina. Llega un momento en el que te das cuenta de que no puedes seguir
así y tienes que empezar a buscar recursos, que es lo que hace David. En la
novela hacemos un recorrido por los sentidos y David va descubriendo que ha
perdido la vista pero que debe aprender a utilizar el tacto, el olfato, el
oído, las sensaciones de temperatura, etc. Es un proceso que yo también he
seguido. Los sentimientos que David expresa, como los de impotencia o de
duda, también son sentimientos míos y que conozco perfectamente.

-Me gustaría empezar hablando de miradas. ¿Cuál cree que es la mirada que el
mundo tiene de las personas ciegas?

-Manuel: Pienso que cuando una persona que ve se encuentra con un ciego, lo
primero que siente es lástima y miedo. Yo he sido vidente durante mucho
tiempo, y lo cierto es que nos acercamos a los ciegos con miedo, y no hay
porqué. Tampoco hay que tener miedo a utilizar la palabra ciego; es una
palabra que muchos evitan para usar otros vocablos como invidente,
discapacitado visual o, en un término más amplio, personas con capacidades
especiales. ¡Ya no saben cómo catalogarnos! Creo que son prejuicios que, al
final, espero que terminen por desaparecer.

-Hay un momento en la novela en que Blanca dice que “las cosas más bellas
del mundo no se pueden ver con los ojos”. ¿Cuál es la mirada que tiene un
ciego del mundo?

-Manuel: La mirada que tengo del mundo es exactamente la misma que tenía
antes de quedarme ciego. Cuando me confirmaron que iba a perder la vista de
manera definitiva, decidí que iba a perder la vista, pero nada más. He
seguido conservando mis amigos, tengo una mujer estupenda, hago vida
totalmente normal: viajo, disfruto, voy a espectáculos; para mí, el mundo no
es demasiado distinto. No te mentiré, ser ciego es una faena y siempre
tienes que estar dependiendo de algo o de alguien, bastón, perro o persona.
En muchas situaciones nos encontramos bastante perdidos. Por ejemplo, al
entrar en este plató me he dado un pequeño golpe con una columna.

-Ana: Ha sido por mi culpa, Manuel.

-Manuel: Ves, ese es otro problema.

-¿Arrastrar la culpabilidad de los demás?

-Manuel: Ana me ha estado llevando perfectamente bien, pero se ha despistado
un momento y me he dado un golpe. Me dice “es mi culpa”. Con esa frase, a mí
me entra cierto complejo de culpabilidad porque sé que ella se siente mal.

-Una de las peores cosas que lleva David es el sentimiento de lástima de los
demás. ¿La compasión les hace sentir mal?

-Manuel: Creo que ese sentimiento que tiene David es un poco ficticio. Me
explico. El sentimiento de lástima existe, pero no tenemos que dejar que nos
anule como personas. El problema que tiene David es que todavía no tiene
asumido que es ciego, no ha sido capaz de cerrar ese tema. Él piensa que hay
mucho más sentimiento de lástima por parte de los demás del que realmente
existe. Yo digo que existe, pero que no es tan intenso como podemos creer.
Con Ana estoy muy a gusto porque me doy cuenta de que no le doy ninguna
lástima. Pero de vez en cuando sí que surge ese sentimiento de culpabilidad;
no tendría que ser así, los accidentes ocurren, nada más.

-¿El mundo está hecho sólo para personas que ven?

-Manuel: Que el mundo está hecho para personas que ven es indudable, y
pienso que es lógico que sea así. Nosotros tenemos que acostumbrarnos a este
mundo y pedir que algunas de las cosas que se pueden solucionar se
solucionen. No se puede evitar que en una gran sala haya columnas. Son
necesarias. Pero que los bordillos de las aceras estén rebajados para que
una persona con silla de ruedas pueda pasar sin problemas, o que en los
cines tengan sistemas de audiodescripción para ciegos, no es tan difícil de
conseguir.

-Es decir, que queda trabajo por hacer en aquellos temas que admiten
alternativas o soluciones sencillas…

-Manuel: Sí. Y luego pienso que hace falta un poco más de solidaridad
ciudadana con los perros guía. Entiendo que entrar un perro a un taxi es
incómodo para el taxista porque le deja el coche lleno de pelos. Pero
también puede subir un niño con un bocadillo y, posiblemente, manchará más
que el perro. El niño se admite y el perro no. En el libro hay una escena en
la que los protagonistas entran con el perro en un restaurante y el camarero
les dice que no puede ser, cuando lleva el arnés que lo acredita como perro
de entrenamiento. Desgraciadamente, esta situación es real y pasa muchas
veces.

-Ana: Estoy de acuerdo con Manuel, hace falta más solidaridad, especialmente
cuando hablamos de perros guía. Hay mucha gente que te impide la entrada y
luego no puedes dar marcha atrás y debes insistir en que tienes que entrar.
Hay gente muy comprensiva, pero también hay personas intransigentes, y esto
debería cambiar porque lo que estamos haciendo es abrir puertas y hay que
seguir haciéndolo.

-La novela está enmarcada en un contexto adolescente. ¿Su intención con esta
novela ha sido acercar la realidad de la ceguera a los más jóvenes?

-Ana: Cuanto antes empieces a concienciar, mucho mejor. Lo que quiero es que
la gente joven entienda bien este problema. Cuando yo tenía la edad de la
protagonista, no sabía absolutamente nada de perros guía. Si lo hubiera
aprendido a los 17 años ya lo llevaría conmigo para el resto de mi vida. Es
importante concienciar cuanto antes a los jóvenes de que los ciegos son
personas normales y que los perros guía les ofrecen una vida con más
dignidad y libertad.

-Por curiosidad, ¿Blanca se hubiera enamorado de David si éste no hubiera
sido físicamente atractivo?

-Ana: A Blanca, ese aspecto de David le da igual. David es atractivo porque
es más bonito para la novela que sea así. Blanca se cree fea en gran parte
del libro y no lo es. Pienso que a ella le hubiera dado exactamente igual.
De hecho, su mejor amigo no es precisamente un bellezón.

-David pasa por un largo episodio de depresión con pensamientos muy duros
sobre su futuro. Manuel, ¿tuvo usted en algún momento la sensación de que
nunca más sería el de antes y de que su mundo se hundía?

-Manuel: No, nunca he tenido esa sensación. Cuando empecé a perder la vista
le echaba la culpa de todo a mi entorno. Estaba en clase y pensaba “qué mal
iluminada está el aula”, y abría todas las ventanas. “Qué letra más pequeña
que hace el profesor en la pizarra”, y me ponía en la primera fila. Cuando
llega el momento en el que te quedas ciego, lo tienes tan asumido que ya no
lo ves tan problemático y no pasas por ese corte que puedes sufrir en tu
vida si te quedas sin visión de un día para otro como le sucede a David o a
algunas personas en la vida real.

-David también confunde, en algún momento del libro, el amor con la
compasión. ¿Eso también es habitual en las personas que se vuelcan con
ustedes?

-Manuel: Lo que David confunde es más bien el amor con la necesidad. David
necesita en ese momento a Laura, la estudiante voluntaria que le guía por la
universidad, y le resulta imprescindible para seguir adelante. David no se
enamora de la mujer, sino de su guía. Laura lo percibe porque tiene
experiencia y se lo dice claro. Es un caso muy real, porque suele pasar que
la parte ciega se enamore de la parte que ve. La mayoría de veces no es
amor, sino la necesidad de encontrar una persona a tu lado que te solucione
los problemas.

-¿Cuál ha sido el aprendizaje más grande que tuvo que hacer cuando se quedó
completamente ciego?

-Manuel: El principal problema que tuve fue con la movilidad y los
desplazamientos. Antes conducía, montaba en moto, en bicicleta…y está claro
que tuve que dejar de hacerlo. Luego está el tema de la escritura. Cuando
veía no cometía ni una sola falta de ortografía, leía muchísimo y la memoria
que tenía de las palabras era bastante fotográfica. Ahora me estoy dando
cuenta de que cada vez me resulta más complicado determinar si una palabra
es con ‘s’, con ‘x’, etc. Y luego, los nombres extranjeros me traen de
cabeza. Todavía no sé cómo se escribe Angelina Jolie, Justin Bieber o
Nicolás Sarkozy.

-Hay otro momento del libro en el que el entrenador de la escuela de perros
guía le dice a David que “con el bastón se anda y con el perro guía se
pasea”. ¿Esto es así?

-Manuel: Esta frase me la dijo a mí un conocido, y es verdad. Pero hay que
señalar que la persona ciega debe tener mucha capacidad para tener perro
guía, no sirve todo el mundo.

-¿Qué relación se crea en este caso entre la persona y el perro?

-Ana: Para mí era increíblemente especial, porque son perros con los que
estás 24 horas al día. Lo llevaba a todas partes.

-Manuel: Las personas que hemos tenido un perro mascota en casa sabemos que
el vínculo que se crea con tu perro es muy similar al vínculo que se crea
con una persona muy querida. Imagínate, además, que ese perro te hace el
servicio de ser tus ojos. Es un hijo con el valor añadido de que ese hijo es
tus ojos. El vínculo que se crea con él es impresionante. Cuando los perros
fallecen, la persona que lo tenía lo pasa muy, muy mal.

-¿Qué aprende uno de ellos?

-Manuel: La entrega que te dan, pero eso, de cualquier perro. El cariño del
perro no tiene límites, no te pone nunca condiciones, ni siquiera con la
gente que lo maltrata. Los seres humanos tendríamos que aprender de ellos.

-Ana: Sobre todo que siempre está dispuesto, siempre. No te juzga, él te
quiere como eres, y no importa cómo seas. Los admiro mucho.

-¿Qué condiciones debe reunir una persona para convertirse en entrenador de
cachorros para que lleguen a ser perros lazarillo?

-Ana: Tienes que tener tiempo para estar con el perro, ganas, debes estar
dispuesto a devolverlo en algún momento, normalmente en un año, y, sobre
todo, tienes que saber que no es una mascota normal. Estos perros no se
pueden subir al sofá, no pueden tirar de la correa, no pueden salir a
perseguir otros animales, no se puede jugar a lucha con ellos. Tienes que
ser mucho más estricto de lo que serías con tu mascota, a la que le
permitirías otras cosas.

-¿Se está preparado para desprenderse de ellos después de un año?

-Ana: Nunca lo estás. Es algo que te viene de golpe y que lo tienes que
hacer, pero da muchísima pena. También es cierto que, aunque te duela
devolverlo, lo que tú quieres es que triunfe como perro guía. Es como una
salsa agridulce.

-Acabemos con aprendizajes. Ana, ¿qué ha aprendido de personas como Manuel?

-Ana: Todo este proceso me ha abierto muchísimo los ojos ya que yo tenía
mucha curiosidad sobre el mundo de la ceguera, y gracias a Manuel y a muchos
usuarios de perros guía he podido hacer preguntas abiertamente y no les ha
importado. Una de las cosas que aprendí de la manera de educar a los perros
guía en la organización Guiding Eyes es la de premiar siempre lo bueno y no
castigar lo malo. Blanca piensa que ya le gustaría que su madre también
tuviera esa filosofía de vida. En realidad, es mi hija la que me lo está
reprochando a mí como madre (Sonríe).

-Manuel, ¿qué ha aprendido usted de personas como Ana o profesionales que se
dedican a hacer mejor la vida de los demás?

solo me queda decirles: ay,amor!


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